El nombre hace a la cosa

Algunos consagrados inversores suelen afirmar que el nombre de una empresa o producto es lo último que debe elegirse. De hecho, en las multinacionales, muchas veces se mantiene el nombre del proyecto casi hasta el final sin siquiera pensar en el nombre comercial. Es muy difícil anticiparse y tratar de detectar que nombre debemos elegir, pero podemos tirar algunos tips desde este espacio. Sí somos los primeros en entrar a un mercado, o nuestro producto difiere sustancialmente por su grado de innovación de todo lo conocido, el nombre debería contener “de qué se trata el producto”. En ese caso, apoderarse del genérico es la clave. Hoy en día, a ese aparatito que todos llevamos con nosotros y nos permite comunicarnos le llamamos celular. Pero si esta pregunta la hubiera realizado en 1998 la respuesta sería otra: Movicom. Esto no es producto del azar, esta empresa se posicionó con el nombre genérico y lo mantuvo hasta que, en ese momento, Ancel ingresó al mercado. Imagínense también lo que debe ser para el Gerente de Marketing de Pepsi que un porcentaje elevado de la población vaya a un bar y pida “una Coca”.

Pero ser el primero en el mercado es una posibilidad poco probable, por lo que debemos pensar en otras opciones. Asociar en esa etapa un producto al posicionamiento que deseamos es una posibilidad más que atendible. Los nombres en otros idiomas suelen ser muy efectivos para quienes desean posicionar sus productos en lo más alto de la pirámide socioeconómica, o ¿acaso imaginan la cerveza Stella Artois pensada en un público masivo?

Otra opción, es no quedar preso de los nombres y, en tal caso, pegar el «volantazo» justo cuando veamos que nos estamos yendo de foco. A nosotros en la consultora nos pasó. En determinado momento nos llamábamos “BM Business Partners Consultoría”, hasta que nos dimos cuenta hace unos años que el 75% de nuestra facturación correspondía efectivamente a esa unidad de negocios, en desmedro de capacitación, investigación de mercado y comunicación, las otras unidades que integran nuestra cartera. Apenas realizamos el cambio (sacar la palabra consultoría) y con no mucha comunicación, logramos incluso que hoy tan sólo el 22% de los ingresos corresponden a consultoría.

En los últimos años ha aparecido un jugador relevante en este proceso de la elección de un nombre. La diferencia con todos los “opinantes” anteriores es que no había ningún elemento objetivo y contundente para elegir un nombre. De hecho, como no podemos visualizar el futuro, es muy difícil poder discernir sí un nombre será o no ajustado al producto que comercializamos. Ese nuevo jugador es objetivo y tiene determinados parámetros que hay que conocer y seguir. Nos referimos a Google. La relevancia de tener un nombre adecuado para el célebre buscador es suprema. En primer lugar, porque es casi imposible que pensemos en un negocio o producto sin pensar en internet. En segundo lugar, porque no estamos solos y seguramente tengamos competencia. Sí el otro piensa en Google y nosotros no, estamos en desventaja. Tercero, en Google el concepto de posicionamiento es bastante distinto que el que diseñaron en sus cabezas Al Ries y Jack Trout para el mundo offline. En el mundo real quizá tengamos notorias dificultades para ser visibles, sin embargo en el mundo online esas posibilidades cambian y si hacemos que el conocimiento sobre Google trabaje para nosotros, partiremos con ventajas en la elección del nombre. Nos vemos en la próxima.


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balseiro

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